En los vestuarios del fútbol moderno sueles encontrarte con espacios reservados para cada jugador. Un armario con perchero, la camiseta colgada y una separación con respecto al compañero de al lado. Se trata de otorgar al deportista una posición diferenciada en relación al grupo, haciendo ver al equipo que cada individuo tiene su lugar, distanciando de forma inconsciente a los propios jugadores. Parece un detalle sin importancia, pero sin duda la tiene. Y mucha. Durante mis años como jugador de baloncesto, siempre que acudía a cualquier pabellón, en los vestuarios no había barreras ni separaciones. Supongo que en el deporte de base esto es lo normal, salvo para los equipos grandes. Es un absurdo, desde mi punto de vista, eso de situar a cada integrante de una plantilla deportiva por separado a la hora de cambiarse de ropa y prepararse para saltar al terreno de juego.
En Anfield no ocurre lo mismo. Es posible que en muchos aspectos nos hayamos quedado en el medievo futbolístico, pero hay detalles que es mejor cuidar y de esa manera no someterse siempre a los dictados del neo-fútbol o andar colaborando con el desapego del deporte en cuanto a la labor social que conlleva. Bill Shankly, en su momento, quiso que todos los jugadores del Liverpool tuviesen contacto directo dentro del vestuario. Nada de bloques separados. Todo el mundo en el mismo banquillo. Sí, en un banquillo. Al estilo del fútbol base. Todavía sigue siendo así. Cuando visité Anfield lo pude ver con mis propios ojos, el habitáculo donde nuestros muchachos se preparan es, como se aprecia en la imagen, un lugar de contacto humano.
No hay separación ni armario distanciado para cada miembro del equipo. Todos comparten la misma zona. El recinto, además, no es especialmente grande, por lo que los jugadores conviven codo con codo mientras de fondo escuchan a la grada llenarse de seguidores. Nuestro estadio mantiene cierta esencia del pasado, aunque es cierto que no hemos podido evitar que muchos de los ocupantes del mismo durante los partidos pertenezcan al núcleo de aficionados de pose, que pasan de animar o simplemente van a los encuentros a hacer fotos. Hay cosas que están fuera de control. Pero lo que no está fuera de control es la estructura de un vestuario en el que cada futbolista ocupa la misma plaza que sus compañeros. Sin distinciones. Como tiene que ser. Un equipo es un colectivo humano, y como tal, debe ajustarse a los principios de igualdad. Y eso es algo que espero que no cambie nunca en Anfield.
En Anfield no ocurre lo mismo. Es posible que en muchos aspectos nos hayamos quedado en el medievo futbolístico, pero hay detalles que es mejor cuidar y de esa manera no someterse siempre a los dictados del neo-fútbol o andar colaborando con el desapego del deporte en cuanto a la labor social que conlleva. Bill Shankly, en su momento, quiso que todos los jugadores del Liverpool tuviesen contacto directo dentro del vestuario. Nada de bloques separados. Todo el mundo en el mismo banquillo. Sí, en un banquillo. Al estilo del fútbol base. Todavía sigue siendo así. Cuando visité Anfield lo pude ver con mis propios ojos, el habitáculo donde nuestros muchachos se preparan es, como se aprecia en la imagen, un lugar de contacto humano.
No hay separación ni armario distanciado para cada miembro del equipo. Todos comparten la misma zona. El recinto, además, no es especialmente grande, por lo que los jugadores conviven codo con codo mientras de fondo escuchan a la grada llenarse de seguidores. Nuestro estadio mantiene cierta esencia del pasado, aunque es cierto que no hemos podido evitar que muchos de los ocupantes del mismo durante los partidos pertenezcan al núcleo de aficionados de pose, que pasan de animar o simplemente van a los encuentros a hacer fotos. Hay cosas que están fuera de control. Pero lo que no está fuera de control es la estructura de un vestuario en el que cada futbolista ocupa la misma plaza que sus compañeros. Sin distinciones. Como tiene que ser. Un equipo es un colectivo humano, y como tal, debe ajustarse a los principios de igualdad. Y eso es algo que espero que no cambie nunca en Anfield.
Es interesante, más no creo que la cuestión se deba sólo a individualismo, que también, sino además a cuestiones de intimidad y de exposición a los demás. Para que engañarnos, creo que el asunto de la sexualidad también tiene algo que ver, no sé si me explico o puedo ser malinterpretada....
ResponderEliminarTengo cierto insomnio hoy...
Laura
Podría ser otra explicación, pero teniendo en cuenta que el resto del vestuario en estadios como Wembley sí es compartido, quizá haya que descartarlo.
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