El neo-fútbol y las giras

El fútbol siempre ha sido un fenómeno de masas, pero creo que hay que añadir algunos matices al respecto teniendo en cuenta la metamorfosis sufrida por el deporte rey durante los últimos años. Recuerdo que en tiempos pasados, en los que yo era un niño al que le fascinaba ver un estadio repleto de personas animando a su equipo, la gente podía permitirse ir al menos una vez al mes, o incluso dos, a presenciar un choque en directo. Las entradas para los encuentros costaban una cantidad de dinero razonable, aunque lógicamente, para determinadas citas había que pagar más de lo normal. Pero lo habitual era toparse con personas corrientes alrededor a la hora de acudir a ver un enfrentamiento, gente que en el fondo sabía a lo que iba y tenía el conocimiento futbolístico suficiente como para valorar a los jugadores en base a las capacidades que los mismos poseían. Supongo que me explico.

En la época contemporánea, es bastante más complicado hacerse con un ticket para asistir a un partido ocupando una posición en la grada. Anfield y el Liverpool, a pesar de estar viviendo un mal momento en cuanto a resultados internacionales, siguen atrayendo la atención de una gran masa de aficionados, aunque sea únicamente por el romanticismo que genera la historia del club. De modo que, pese a no contar con un presupuesto similar al de los multimillonarios clubes poderosos, nuestro equipo también se ve obligado a realizar extrañas giras en verano para conseguir recaudar el dinero suficiente como para que la dudosa utilidad de las mismas no se ponga en cuestión. Es por tanto el drama del neo-fútbol lo que provoca que, mientras escupo estos controvertidos pensamientos, los chicos se vean forzados a entrenar lejos de Merseyside y a disputar amistosos de pretemporada contra rivales de categoría exótica.